La Primera Ley, de Joe Abercrombie

Hace unos dos meses que leí la última parte de esta serie y quedé gratamente sorprendido. La primera parte, La voz de las espadas sentó las bases de una historia que prometía, pese a caer en los estereotipos del género. La segunda, Antes de que los cuelguen, bajó un poco el nivel, pero en la tercera parte, El último argumento de los reyes, la saga superó, y con creces, todas mis expectativas anteriores.

Os puedo adelantar algo a los que hayáis leído la primera y segunda parte: la historia no es lo que parece. Pese a las apariencias, no es la enésima saga de fantasía épica basada en una lucha contra el Mal (sí, con mayúscula, que se note) protagonizada por esforzados héroes que han de sacrificarlo todo por un bien mayor mientras buscan hacerse con el control de una reliquia antigua y de terrible poder, etcétera. No, no lo es, aunque lo parece. Pero eso lo sabréis a su debido tiempo, aunque algo os adelanto: uno de los personajes es un hideputa cabrón y manipulador, de los que hacen época (y sientan escuela). Y al final, por cierto, se lleva el pato al agua impunemente. Hasta el punto de que la saga termina de forma atípica: no impera la justicia ni los personajes redimen sus pecados. Todo cambia, pero sigue igual.

Ahora que puedo hacer una valoración global, en cuanto a los personajes me quedo, cómo no, con el inquisidor Glokta, seguido de Logen; mención especial para las apariciones estelares de El Sanguinario, escritas de forma magnífica, con un estilo surrealista e hiperbólico.

Joe Abercrombie no escatima en temas escabrosos y no escribe, precisamente, para pusilánimes (aunque sin llegar a extremos desagradables). Se le nota cómodo escribiendo sobre temas castrenses, y en la historia abundan las batallas, con bastante cuidado en cuanto a su ambientación.

Pero tened claro algo: una historia como esta no funcionaría sin el sentido del humor, ácido y negrísimo del autor, con el cual sabe reírse de las convenciones del género, de sus propios personajes e incluso de la propia historia, en ocasiones.

No quiero terminar sin hacer antes una mención a un detalle que acabó por resultarme molesto: al traductor se le han colado solecismos sonrojantes –por ejemplo, unos laísmos de los que hacen chirriar los dientes, al menos a mí– y su elección de vocablos al traducir, hum, dudosa. Como «bolígrafo», por ejemplo, en la página 253 de El último argumento de los reyes (edición en cartoné). Bolígrafo. Ejem. De las dos acepciones del pen en el original (presumo), pluma o bolígrafo, ¿cuál os parece mejor? No diré más.

Y como nota final,  en enero de 2011 la editorial británica de Joe publicará una novela única ambientada en el mundo de La Primera Ley: The Heroes, cuya trama principal es una batalla por el destino del Norte y que, según deduzco, se desarrolla después de los acontecimientos de la saga inicial.