Cómo planificar una escena
En este artículo expondré una serie de estrategias para planificar las escenas de una historia. Pero antes, permitidme que me detenga, siquiera de forma breve, en el quid del asunto:
¿Qué es una escena?
En el ámbito de la narrativa escrita podríamos definir escena como la unidad principal de la acción dramática en la que interviene al menos un personaje y durante la cual se mantiene cierta coherencia temporal y espacial.
Bien, pero ¿qué quiero decir con eso de ‘acción dramática’? En esencia, un drama representa un conflicto mediante las acciones de sus personajes. Así, para que tenga sentido la aplicación del término escena a una obra narrativa, esta debe representar, de forma directa, un conflicto que afecte a uno o (preferiblemente) varios personajes.
En la narrativa actual abundan las novelas escritas con un enfoque dramático; como norma general ―aunque pueden darse excepciones, naturalmente―, al mudar de personajes, tiempo y lugar, la escena cambia. Asimismo, en el caso de las historias narradas desde uno o varios puntos de vista (PdV), se acepta de forma tácita que un cambio en dicho PdV implica un cambio de escena (y, en algunos casos, también de capítulo).
Dicho esto, prosigamos:
¿Por qué deberíamos planificar una escena?
En puridad, planificar la escritura de una escena no es siempre lo más conveniente ni, quizá, sea de utilidad para todos los escritores. Ahora bien, puede ser interesante hacerlo, en especial si:
―somos escritores de mapa y queremos esbozar, antes de comenzar el primer borrador de nuestra obra, cómo serán (de forma más o menos precisa) las escenas que la componen;1
―somos escritores de brújula, pero una escena particular se nos resiste;
―somos escritores situados en algún punto intermedio entre los dos tipos anteriores, y queremos aclarar nuestras ideas sobre unas cuantas escenas clave de nuestra historia.
Sea como fuere, planificar una escena tiene innegables ventajas:
―nos permite aclarar qué queremos contar en esa escena, y, por ende, tener claro qué sobra;
―podemos trabajar de antemano la caracterización de los personajes que intervienen en una escena, así como los detalles del trasfondo en la que esta transcurre;
―al conocer previamente cómo se desarrollará la escena, aunque sea grosso modo, nos será posible ver los posibles fallos de continuidad en su estructura;
―aunque, en principio, planificar una escena lleva tiempo, un buen plan nos permitirá escribirla con más soltura y evitará el temido bloqueo del escritor.
No obstante, la planificación (o su exceso) también tiene desventajas:
―si se acomete sin decisión puede ser una excusa para no ponernos manos a la obra y escribir (procrastinar, dicho de otra forma);
―algunos escritores sentirán que planificar una escena encorseta su creatividad.
En mi opinión, la segunda desventaja, en realidad, no es tal bien entendido el verdadero espíritu de la planificación. Hace ya sus buenos años, cuando era director de juegos de rol, acabé llegando a una conclusión sobre la conveniencia de improvisar o no el argumento de una partida a medida que esta se desarrollaba:
Improvisar solo merecía la pena cuando no era necesario.
Permitidme que me explique con un símil. Supongamos que tenemos que viajar del punto A al B. Podemos echar a andar, sin más, e ir improvisando sobre la marcha nuestra ruta; o bien podemos dedicar un poco de tiempo a consultar un mapa y decidir cuál es el mejor camino para ir de A a B.
En el primer caso deberemos dedicar mucha de nuestras energías a no perdernos, algo que en viajes por terreno desconocido es más que probable. Podemos, también, desanimarnos antes de siquiera comenzar el viaje, porque no tenemos una idea clara de adónde vamos.
En el segundo caso, aunque parezca paradójico, pese a que la improvisación no tendría cabida en un principio, precisamente porque sabemos de forma clara qué camino hemos de seguir somos libres de, si nos apetece, tomar algún desvío que nos aparte del camino. Sabemos dónde estamos, adónde queremos llegar, y si el desvío sale mal podemos regresar al camino fijado.
De igual forma, la planificación de lo que vamos a escribir no debería coartar nuestra creatividad. Si durante la escritura nos visitan las musas, ¡albricias! Pero si estas nos olvidan, siempre podemos seguir el plan fijado.
Bien. Ahora viene lo importante.
¿Cómo planificamos una escena?
Necesitamos reflexionar sobre seis aspectos principales de nuestra escena. En mi opinión, conviene asentar estas reflexiones por escrito, pero quizá no todos los escritores lo consideren necesario.
Estos seis aspectos principales no son más que las seis preguntas clásicas (las 5 o 6 W) del periodismo de investigación: quién, por qué, qué, cuándo, dónde y cómo.
Veámoslas una a una:
Quién
Por motivos obvios (sin personajes no hay escena), esta es la primera pregunta a plantear, y cuya respuesta, en la mayoría de las ocasiones, ya deberíamos tener clara: qué personajes intervienen en la escena.
En las historias narradas desde la perspectiva de varios personajes, deberemos decidir además cuál de ellos será el PdV de la escena.
Si no lo hemos hecho ya, conviene tomar una serie de notas sobre los personajes de la escena (además de sus nombres, se entiende): aspecto físico, estado anímico, ropa, pertenencias, etcétera.
Por ejemplo, pensemos en una escena sencilla. Solo habrá dos personajes:
Juan es un hombre aún joven, uno de los protagonistas de nuestra novela. Es el PdV de la escena. Está cansado y lo acusa en su aspecto. Lleva unos pantalones de pana, una camisa de rayas roja y zapatos cómodos.
Ana es la novia de nuestro protagonista. Es un par de años mayor que Juan. Le gusta arreglarse, pero esta vez viste informal, con un pantalón vaquero y una sudadera vieja, ambos de color gris, y zapatillas de deporte.
Por qué
En este apartado debemos consignar los antecedentes de la escena: por qué el personaje se encuentra de determinada forma al comienzo de la escena, cuáles son sus objetivos, sus motivaciones, qué se juega si le salen mal las cosas, etcétera.
Conviene, también, tomar notas sobre lo que ha ocurrido entre escena y escena: de esta forma, será mucho más fácil mantener la continuidad narrativa.
Por ejemplo, si un personaje ha tenido que cruzar un río en una escena anterior y la siguiente tiene lugar de noche, conviene apuntar lo que hizo en el ínterin. ¿Encendió un fuego y secó sus ropas antes de proseguir el camino? ¿O no pudo hacerlo y está todavía mojado y aterido? Desde luego, nos conviene saberlo, y a ser posible antes de ponernos a escribir la escena.
Sigamos con nuestro ejemplo:
Juan está cansado porque ha dormido mal. Ha pasado la noche con Ana en la vieja casa familiar, llena de ruidos y memorias, y el entierro de su padre, el día anterior, fue una dura prueba para sus nervios. Quiere irse cuanto antes de allí, pero quiere echarle un buen vistazo a la casa: se ha decidido a ponerla en venta, y quiere hacerse una idea de las cosas que quiere llevarse.
Ana, por otro lado, está preocupada por Juan. No llevan mucho tiempo juntos y comienza a pensar que no lo conoce tan bien como cree. El humor de su novio se ha vuelto sombrío, y se siente extraña y absurdamente culpable de la situación.
Qué
Este es uno de los aspectos más importantes de una escena. En esencia, debemos consignar, en unas pocas frases, qué es lo que ocurrirá en esta escena. Debe ser algo que haga avanzar la historia: se ofrece información relevante, el personaje tiene un encuentro de interés, se produce un conflicto, ha de tomarse una decisión vital, etc. Si tienes problemas en definir este aspecto de la escena, es probable que esta sobre.
Procura resumir lo más importante de la escena en unas pocas frases.
Por ejemplo, así:
Juan y Ana curiosean en el desván de la vieja casa familiar y hacen un descubrimiento sorprendente: Juan tuvo un hermano del que no sabía nada.
Aunque en esta escena no hay conflicto, salvo alguno interno (Juan quiere irse lo antes posible, pero se siente culpable por vender la casa de su padre al poco de morir este, etcétera), se ofrece una información clave para que la historia avance: Juan tiene, o tuvo, un hermano pequeño, y resulta que no sabe nada de él.
Cuándo
Aquí definiremos el momento en el cual tiene lugar la escena. Podemos ser más o menos precisos: fecha exacta o aproximada, por la mañana o por la tarde, o indicar una hora con minutos y segundos, si así lo requiere nuestra historia.
En algunas historias el cuándo se puede referir de forma relativa en vez de anotar fechas u horas (por ejemplo, 4 días después del comienzo, 6 horas después de la última escena), aunque, para facilitar la revisión de la continuidad, conviene establecer (a priori o a posteriori) una fecha y una hora concretas.
(Ojo con las condiciones climáticas y de iluminación, sobre todo en escenas que transcurran al aire libre).
En nuestro ejemplo, podríamos anotar lo siguiente:
12 de abril de 2007, 11:30 horas. Tiempo soleado.
Dónde
Como en el anterior aspecto, puedes ser más o menos exacto al definir la ubicación de la escena. «Algún camino al sur de la capital» o «Una calle cualquiera de los barrios bajos» pueden funcionar, aunque personalmente prefiero una mayor precisión.
Puede ser interesante hacer algún boceto rápido de la localización; tomar notas de los edificios, el paisaje, el ambiente, y recopilar fotos e ilustraciones que nos puedan ayudar a visualizar el escenario de nuestra escena. Como es normal, ten en cuenta que el cuándo influirá (o debería) en la descripción del escenario: una misma calle, por ejemplo, puede ser apacible de día y amedrentadora de noche.2
Por último, si el escenario tiene información de trasfondo interesante, conviene tomar algunas notas, o desarrollarlas en el caso de que sea un lugar ficticio o fantástico. Quizá el templo en ruinas que hay cerca esté maldito; tal vez el tugurio en el que se desarrolla la escena tiene una reputación pésima; o los árboles al margen del camino son realmente peculiares. Piensa esto: es mucho mejor tomar unas cuantas notas para tu uso privado que soltárselo al lector en dos páginas de exposición, sin aviso ni recato.3
Con respecto a nuestro ejemplo, podríamos consignar lo siguiente en este apartado:
Desván abuhardillado de la vieja casa familiar del padre de Juan, Barrales (pueblo ficticio), al sur de Cáceres, España.
Cómo
Llegamos al último aspecto: ¿cómo se desarrollará la escena? Este, quizá, sea uno de los apartados que los escritores de brújula quieran saltarse en el caso de que se animen a planificar una escena, y en el que más tiempo inviertan los escritores obsesivos con la planificación.
Mi consejo es que pruebes varios de los métodos que sugiero más abajo para esbozar el desarrollo de una escena, y que te quedes con el más útil para tu forma de trabajar.
Y, por supuesto, sé flexible. Hay escenas que prácticamente se escriben solas, porque las tenemos muy claras en la cabeza. Y otras se nos resisten, no acabamos de encauzarlas; en el primer caso conviene aligerar (o prescindir de) este apartado, y en el segundo quizá convenga una mayor preparación.
Veamos tres métodos propuestos para planificar el desarrollo de una escena:
a) Sinopsis secuencial
Una sinopsis secuencial no es más que un resumen de lo que ocurrirá en la escena ordenado cronológicamente. Vendría a ser algo así como el guion de nuestra escena.
En nuestro ejemplo, la sinopsis podría ser esta:
1. Juan entra en el desván. Recorre la estancia en penumbra; por las persianas a medio bajar entra la luz de la mañana, en cuyos rayos baila el polvo; el piso cruje, los recuerdos de su infancia lo asaltan.
2. Oye pasos en la escalera. Es Ana. Indecisa, permanece por un momento en el umbral de la puerta, su silueta recortada en la luz que viene de la escalera. Juan la mira ceñudo al principio, como a una intrusa, pero al cabo se alegra de verla y sonríe.
3. Hablan de su padre, que Ana apenas pudo conocer y que Juan, aunque no lo quiere admitir, quería y detestaba a la vez. Recuerda sus manías, sus frases, anécdotas: eso es lo único que queda de él.
4. Juan le dice a Ana que eche un vistazo, por si quiere llevarse algo. Él hace lo propio y mira en las cajas que hay apiladas, sin mucha esperanza de encontrar algo de valor.
5. Al incorporarse, Juan se golpea la cabeza con el techo de la buhardilla, tropieza con algo y cae de bruces, lastimándose una mano. Dice tacos, maldice, se chupa la herida. Tiene clavada una astilla en la palma. Entonces ve las fotos tiradas por el suelo. Estaban en una caja de zapatos, bajo un viejo bastidor de costura.
6. Recoge las fotos y se las enseña a Ana, principalmente para entretenerla. Ella se acerca a la ventana para verlas mejor. Al cabo de un rato le pregunta por una foto, en el que cree haber reconocido a Juan.
7. Juan observa la foto. Reconoce en ella a su madre, que falleció cuando él era joven, y a él mismo en el niño de apenas dos años que aparece a su lado. Lo que no consigue entender es quién es el niño que tiene en brazos; cualquiera diría que es su hermano pequeño, pero no puede ser. Él es hijo único. (Fin de la escena).
En este ejemplo hemos empleado bastante detalle en describir lo que ocurre, pero podríamos haber sido mucho más esquemáticos. Insisto, no debemos ver nunca la planificación como una cortapisa para la creatividad. Quizá, en el proceso de escritura, tengamos una idea feliz sobre esta escena. O descubramos sobre la marcha que algo no funciona. Sin ir más lejos, quizá Ana debería haberse acercado a Juan cuando este se golpea la cabeza, ¿no?
b) Mapa de ideas
Un mapa de ideas es algo bastante más sencillo: tomas un papel (o una aplicación como Scapple, u OneNote, por ejemplo) y anotas ideas, conceptos, detalles, lo que te venga a la cabeza, y luego las relacionas de forma gráfica.
Un ejemplo:
(Este diagrama está hecho en Scapple, de los creadores de Scrivener).
c) Cronograma
En el caso de que la escena sea realmente complicada, con muchas acciones que hay que detallar de forma exacta, este es un buen método. Viene a ser una versión mucho más detallada y precisa del primer método.
Un cronograma o línea temporal secuencia una serie de hechos en el tiempo. En el caso de nuestro ejemplo, sería este:
11:30 Juan sube al desván.
11:36 Llega Ana.
11:40 Hablan del padre de Juan.
11:54 Revisan el desván.
12:06 Juan se golpea la cabeza, tropieza y encuentra la caja de zapatos.
12:07 Juan se rehace, coge la caja, ve las fotos y le da la caja a Ana.
12:08 Ana revisa las fotos.
12:21 Ana encuentra la foto de la madre de Juan. Lo llama.
12:22 Juan examina la foto.
Para representar el cronograma podemos tirar de papel y lápiz, una hoja de cálculo, tal vez, o un programa especializado, como Aeon Timeline (el cual os recomiendo). La secuencia cronológica anterior quedaría representada así:
Como podéis ver, este método no tiene mucho sentido en escenas tranquilas como la del ejemplo, pero puede ser de mucha utilidad en escenas complejas, con muchas acciones simultáneas: una persecución, una pelea entre varios combatientes, una situación de emergencia, etcétera.
Por último: si es importante para la escena, debemos tener en cuenta no solo los hechos que vamos a narrar, sino los que se eliden pero que influyen en el desarrollo de la escena. Sin ir más lejos, en una escena narrada desde un PdV concreto en la que sucedan muchas cosas a la vez, no se podrá narrar todo lo que ocurre (estamos ceñidos a la perspectiva de un personaje concreto), pero en aras de la continuidad y coherencia narrativas conviene dejar claras las acciones de otros personajes.
Y uno más, por si acaso
A estos seis aspectos de nuestra escena podríamos añadir uno más:
Para qué
¿Qué consecuencias tendrá la escena? ¿En qué medida afectará a los personajes o al desarrollo de la historia? Si tus respuestas a estas preguntas son vagas, quizá sea el momento de replantearte la utilidad de esa escena.
(En cualquier caso, si tu planificación abarca un conjunto de escenas, o todas, este apartado podría incluirse en el por qué de la siguiente escena).
Conclusión
Es evidente que planificar una escena lleva tiempo, pero es una herramienta muy útil para arrojar luz sobre los momentos clave de nuestra historia. Cabe destacar, también, que una escaleta con cierto detalle ya habrá hecho buena parte del trabajo de planificación de las escenas; aunque de ese tema, si acaso, hablaremos en otra ocasión.
Bien, aquí concluye el artículo. Espero que os haya resultado interesante.
Imagen destacada: Straight scale, compasses and map {1}, de alt-n-anela. https://www.flickr.com/photos/alt-n-anela/6186308787 // CC BY-SA 2.0.
- El complemento perfecto de la planificación de nuestras escenas es, sin duda alguna, la escaleta. [↩]
- Si usas un narrador parcial (equisciente), no está de más pensar en el aspecto que tendrá el lugar donde transcurre la escena desde la perspectiva del personaje que hace de PdV. Siguiendo el ejemplo anterior, Mateo, un matón de hecho a los bajos fondos, armado hasta los dientes, no se sentirá muy amedrentado en esa calle oscura; o no tanto, al menos, como Pedro, un oficinista cincuentón que no sabe muy bien cómo demonios ha acabado allí. [↩]
- No estoy diciendo que no puedas describir los árboles, o hablar de la maldición del templo que está cerca. Pero piensa siempre en beneficio de quién describes algo: ¿del lector o de ti mismo? [↩]