De espadas y tronos (comentarios sobre Juego de Tronos, la serie) (v)

(Nota previa: se omiten capítulos en los que no hay escenas de combate o nada oportuno que comentar a su respecto.)

Capítulo 6: A Golden Crown

Escena n.º 1: Robb rescata a Bran de los salvajes

En esta escena aparece un tropo habitual en las escenas de combate, popularizado por el cine de artes marciales oriental, en especial el llamado género wuxia: las esquivas. Me refiero a cuando el protagonista elude con suma facilidad los ataques de su adversario (o adversarios) mediante contorsiones y quiebros varios.

¡Huy!

¡Huy!

Esto, que queda muy molón en pantalla, es bastante absurdo, sobre todo si median armas blancas. Fíjense, si no les importa, en cómo Robb evita hasta en dos ocasiones los golpes de hacha del primer salvaje. Dado que ya había desenvainado su espada, lo lógico e instintivo es que hubiera adelantado su arma para desviar el ataque (ya puestos, de forma ofensiva, si tiene un mínimo entrenamiento).
Esquivar cuchilladas y estocadas es engañosamente fácil en el cine; en la realidad, ay, la cosa difiere bastante. Dejemos, no obstante, este asunto por el momento; lo retomaremos más adelante.

Escena n.º 2: Combate entre Ser Vardis y Bronn

Que Bronn desdeñe el escudo para favorecer el manejo a dos manos de su espada puede ser discutible. Que lo haga para manejarla a una mano es un absurdo. Ya lo hemos dicho en anteriores entregas, pero repitámoslo una vez más: la combinación de espada de arzón y escudo era de una eficacia a prueba de toda duda y fue, dejando a un lado la lanza, una de las más extendidas en los campos de batalla del medioevo.

Por otro lado, Bronn viste una armadura inferior a la del caballero, por lo que la elección de prescindir del escudo es aún más absurda. Pero no hace falta ser muy listo para adivinar la idea que subyace en esta escena, el viejo juego del gato y el ratón: Bronn compensa su falta de protección con una mayor movilidad y destreza frente al lento y pesado caballero.

Esto, por muy bonito que suene, es una falacia, como ya hablamos en artículos anteriores. Un guerrero con armadura y escudo no sufre una reducción de movilidad digna de tener en cuenta, al menos durante un combate en tierra firme. Lo demás son películas (o series).

En cuanto al combate en sí, no hay mucho que comentar realmente. Tenemos a Bronn a la defensiva, con quites apurados y extraños con su espada, y a ser Vardis acometiendo con cuchilladas sin ton ni son entre gruñidos. Ya se sabe, el mito de la falta de destreza y técnica en los combates de caballeros medievales, la «escuela de la fuerza bruta», como he podido leer en algún que otro libro. Añadamos el mito de las espadas irrompibles (a ser Vardis le quedaron pocos elementos del atrezo que golpear con su espada) y el ya mencionado de las esquivas para redondear una escena muy mejorable, siendo francos.

¡Suficiente, ser Vardis! ¡No golpee más paredes!

¡Suficiente, ser Vardis! ¡No golpee más paredes!

Capítulo 8: The Pointy End

Escena n.º 1: Masacre en la sala del trono

Atención al minuto 2:05, un ejemplo de cómo hacer las cosas difíciles (e inverosímiles): el soldado lannister derriba al banderizo y, una vez en el suelo, lo remata cortándole al sesgo con su espada en la escotadura de su coleto, cosa bien difícil, pues el cuero es mucho más resistente a los cortes de lo que cabría pensar; y además, ¿no era mucho más fácil degollarlo por la espalda? Vamos, digo yo.

Sean creativos al rematar: lo fácil aburre

Sean creativos al rematar: lo fácil aburre

Escena n.º 2: Hoy sí, Syrio

¿Qué decir de esta escena? Que un hombre armado únicamente con una espada de madera logre derrotar a tres oponentes vestidos de acero de pies a cabeza es, obviamente, una pasada de rosca, pero, eso sí, de las que molan mucho.

En cualquier caso, esta escena me vale como excusa para hablar del mito «uno frente a muchos». Los gringos, que tienen nombres para casi todo, llaman a este recurrente tropo one–man army (ejército de un hombre), en su versión más exagerada.

Es muy inspiradora la idea de que un hombre pueda derrotar a muchos, pero lamentablemente es tan solo una entelequia. En una pelea de uno frente a varios, en la enorme mayoría de casos el que está solo acaba mal, muy mal.

Comprendo que muchos se resistan a que les destruyan este mito tan romántico. Y cuando argumentan para defender la verosimilitud de este mito, casi inevitablemente acaban recurriendo al mismo argumento, que yo llamo de la superioridad innata: Sí, ellos son más, pero es que Fulano es mucho mejor, está mejor entrenado, es la RELECHE. Etcétera.

Es curioso como, en las películas, cuanto mayor es la desproporción numérica en un combate, peor es la habilidad media (o la puntería) de los combatientes del grupo más numeroso. Pero que no se diga: aceptemos el supuesto de que los oponentes sean muy inferiores en habilidad al protagonista. Es una asunción muy optimista, pero bueno, la daremos por válida.

En primer lugar, por muy bueno que sea alguien luchando, hasta un novato puede conseguir alcanzarlo con un golpe afortunado. En un combate sin armas esto no es demasiado problema. Un ejemplo sencillo: si algún día me da por fajarme con un boxeador profesional y me las apaño para darle un puñetazo, el de la honra, por así decirlo, las posibilidades de que esto incline el resultado de la pelea a mi favor son bastante escasas… Pero con un arma afilada en la mano, la cosa cambia radicalmente. Una cuchillada o una estocada afortunada puede mandarnos a criar malvas, sea un maestro o un novato el que nos la aseste, salvo que tengamos una buena armadura para protegernos.

En segundo lugar, para defenderse de un solo oponente necesitamos cerrar sus líneas de ataque. En el caso de que nos ataquen dos o más oponentes a la vez, eso es directamente imposible; salvo, claro está, que tengan la delicadeza de atacar por turnos, como podemos ver en algunas películas. Pero yo no apostaría mi vida a ello…

Organización, señores: vayan por turnos

Organización, señores: vayan por turnos

Así que para que un solo oponente pueda sobrevivir a un combate frente a muchos, ha de haber una buena razón. Una buena armadura, por ejemplo. O alguna condición del combate que les impida atacar por varios flancos a la vez, como el ya clásico cuello de botella. A Leónidas no le fue mal del todo… al principio.

Escena n.º 3: Khal Drogo masacra a Mago

Es fácil adivinar el propósito de esta escena: una sobrada ad hoc para lucimiento de Khal Drogo, o mejor dicho, el actor que lo interpreta, Jason Momoa. De hecho, según he podido leer, fue el mismo actor el que sugirió su inclusión en el guión. ¿Tiene esto algo que ver con la participación de Momoa en la inminente reencarnación fílmica del bárbaro cimmerio, léase Conan? Quién sabe.

En cualquier caso, permítanme que retome el tema de las esquivas, tal y como prometí al principio de este artículo. Para explicarme tendré que emplear un concepto que se emplea habitualmente en esgrima antigua para definir las acciones: el llamado tiempo, que no es sino lo que se tarda en ejecutar una acción. Simplificando mucho, hay acciones de pie y acciones de mano, y cada una tiene su tiempo. Por lo general, como resulta obvio, el tiempo de mano de un oponente es por lo general mucho más breve que su tiempo de pie. Así, es más rápida una acción ejecutada (guiada) con la mano que con los pies, pues esta última mueve, sin más remedio, todo el cuerpo.

¿A dónde quiero llegar? Muy sencillo. Para que podamos evitar los ataques de un oponente con pasos y movimientos que nos aparten de la trayectoria de sus ataques hemos de superar el tiempo de sus acciones de mano. Y esto es sumamente difícil.

¿Aún tienen dudas? Permítanme una prueba, para la que necesitarán la colaboración de otra persona. Colóquense ambos de pie; uno de ustedes será el agente (atacante), y el otro el paciente (el defensor). El agente puede ir «armado» con una regla, un plumero o algo similar. Sin punta y flexible, por favor; así evitaremos accidentes. (No se vayan a sacar un ojo, por lo que más quieran.)

Ahora dispónganse con el brazo hábil extendido, a una distancia en la que el agente pueda rozarles con el objeto que han elegido para simular el arma.

Bien, están listos. Acción, entonces: el agente les intentará tocar el pecho con su «arma», pudiéndose mover libremente; y ustedes tratarán de evitarlo con un movimiento de «esquiva». Les deseo suerte.

Lector hipotético: Claro, pero eso es porque el agente está muy cerca. So listo.

Muy bien, prueben a comenzar tres o cuatro pasos separados. El agente avanzará hacia ustedes, que retrocederán para evitarlo. Les prometo que les cogerá, tarde o temprano, salvo que se den la vuelta y echen a correr. ¿Y por qué? Sencillo: una persona que retrocede cubre mucha menos distancia que una que avanza. Incluso si la que retrocede tiene una zancada mucho mayor, la que avanza acabará por ganarle la distancia, y eso suponiendo que al retroceder no se tope con algún obstáculo. Como una pared, por ejemplo.

Así que desengáñense. Si quieren defenderse de alguien con un arma cuerpo a cuerpo, busquen algo con el que bloquear sus acometidas… o mucho mejor, salgan corriendo. Las esquivas déjenlas para las películas de chinos.

Eso sí, la escena, aunque una sobrada, tiene su aquel, lo admito. O será que el gore me tira un poco…

¿Alguna objeción? ¿Ninguna? Ya decía yo...

¿Alguna objeción? ¿Ninguna? Ya decía yo…

Capítulo 9: Baelor

Escena n.º 1: Ser Jorah lucha con Qotho

Y llegamos a la última escena. Podemos ver en esta breve secuencia de lucha algunos de los clichés y mitos ya desmontados a lo largo de estos artículos y sus predecesores, De espadas y falacias (i y ii). Tenemos las clásicas cuchilladas al arma, cómo no, y de propina, un par de giros de 360º (¡yuju!); pero si de cosas molonas es de lo que hablamos, ¿qué me dicen del salto a lo Brad Pitt en Troya en el minuto 33:52? Simplemente memorable, oigan.

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Toquen a fanfarria, señores: aquí termina esta serie de artículos. Espero que hayan sido de su agrado o, al menos, mínimamente interesantes. Gracias por su lectura.

© de las imágenes de la serie Juego de Tronos: HBO.