Demasiados autores españoles (sí, yo también)

La ventaja de escribir a rebufo es que tienes la oportunidad de hacerlo con perspectiva. Así que debo intentarlo, al menos. ¿De qué va la entrada de hoy? En el fondo, de mi tema maldito preferido: el fandom. Y me explico. Recientemente saltó la polémica en uno de los mentideros más concurridos del fantástico español en la red, Sedice.com, con el hilo iniciado por ollonois, titulado de esta guisa: ¿Demasiados/as autores/as españoles/as?.

(No diré nada de la los os/as/es/as, que pierdo el hilo.)

Ollonois se quejaba en dicho hilo de tener un presupuesto para libros demasiado exiguo como para poder seguir el ritmo de publicación de los autores españoles.

Y saltó la polémica, claro. Y el que esto suscribe buscó refrescos y palomitas y se preparó para pasárselo como un enano. Porque en el fondo me va la marcha, lo admito.

Pero bueno. Si queréis seguir los pormenores del debate tendréis que leeros los 156 mensajes hasta la fecha del hilo en su sitio de origen. En cualquier caso, os haré un resumen rápido de lo más interesante, a mi juicio.

El debate se polarizó pronto alrededor de dos cuestiones: una, el exceso de libros publicados, a secas, y otra, el exceso de libros de género escritos en español.

En cuanto al primer tema a debate: ¿se publican muchos libros en español?, citaré las intervenciones más relevantes:

Eximeno dijo:

Yo creo que hay demasiados libros y demasiados autores, pero no lo limitaría a autores españoles. Se publican demasiados libros en España, ya sean autores españoles, ya sean americanos, ya sean clásicos, ya sean noveles. Demasiados libros en circulación, es un sinsentido.

[…]

El año pasado se editaron en España 74.521 títulos. No todos de literatura, por supuesto, pero la cifra me parece escalofriante. En 2008 se editaron 86.330.

[…]

No tiene nada que ver con la variedad, ni con el gusto. Tiene que ver con una industria que trata el libro como un ladrillo, no como un bien cultural, y que tira libros para ocupar estantes, no para que sean leídos.

A lo que ChicaAcuario respondió:

Pienso que las leyes del mercado se bastan a sí mismas. ¿Exceso de oferta y poca demanda? Se reducen los precios y desaparecen productos. ¿Poca oferta y exceso de demanda? Se elevan los precios y aparecen más productos. No vas a convertir a nadie en mejor lector porque limites la publicación anual de libros, sólo reduces las opciones de lectura. El lector que quiera libros para adornar su sala de estar seguirá siendo el mismo con 70 mil o con 40 mil libros anuales publicados. Y el que es un gran lector, seguirá aplicando sus propios criterios de selección sin importar cuántos libros haya desplegados frente a sus narices.

Y en esa línea, mi intervención fue esta:

En cuanto al segundo aspecto, comprendo que 70.000 libros editados al año parezca una burrada. Probablemente lo es, para el mercado español, que no consume ni una fracción de esa cifra. Pero ese no es el problema. El problema es que los títulos no se distribuyen ni están disponibles porque la avalancha de novedades viene «empujando» constantemente a los anteriores.

Un libro que se editó hace medio año, salvo que haya sido un éxito, es muy difícil de encontrar en una librería. De esta forma se limitan las ventas de libros que podrían funcionar con ventas secuenciales. «De a pocos.»

Pero ese problema lo viene acusando el sector desde hace años. La solución es el libro digital, a mi parecer. Las librerías digitales tienen espacio ilimitado.

El problema de la cantidad de libros que se editan —si es tal, el problema— no hará sino crecer. Y en cualquier caso, con la llegada del libro electrónico, esto no hará sino agravarse.

¿Mis conclusiones a ese respecto? Vienen a ser las mismas que las que expongo en la autocita anterior; el problema —si tal—, de esa avalancha de libros publicados no va a desaparecer, sino que aumentará, salvo que el sector entre en la recesión que tantos agoreros llevan predicando desde hace años, y que aún no llega.

Personalmente no considero que sea un problema. O, de serlo, no es un problema resoluble. A ver cómo leches se puede arreglar que se editen tantos libros. ¿Prohibiéndolo por real decreto? ¿Exigiendo calidad? Pero ¿quién determinará esa calidad? Peliagudo asunto.

En cualquier caso, más vale dejar esto bien claro: las editoriales no buscan publicar obras de calidad, su meta es publicar obras que se vendan, mucho, a ser posible —las importantes, al menos, lo intentan con mucho afán—; lo demás, y digo esto con el corazón en la mano, son chorradas y entelequias.

En cualquier caso, con el más que previsible auge del libro electrónico, el asunto de las librerías abarrotadas con las novedades de la semana desaparecerá, pero ¿cómo podremos discernir la obra que nos interesa de la que no entre tanto ebook? De nuevo, las editoriales importantes tendrán a su alcance canales de distribución para llamar la atención de sus clientes. Así que no preveo muchos cambios, aunque, eso sí, los autores independientes (indies, en el mundo editorial gringo) tendrán al menos la oportunidad de construirse un nicho con muy pocos medios (las estrategias del autor 2.0., sin ir más lejos), algo de suerte y el boca a oreja, el clásico método publicitario que nunca falla.

Sea como fuere, como digo siempre, la tozuda realidad acabará por imponerse, y las leyes del mercado acabarán por regular el sector editorial. Podemos opinar (patalear, diría yo) lo que queramos, pero poco más se puede hacer.

En cuanto al segundo tema que surgió, el del exceso de obras de género en español —bendito problema— y su calidad, hacia la mitad del debate saltó un valiente a la palestra y dijo algunas verdades dignas de elogio, de esas perogrulladas que todo el mundo sabe y bisbisea pero nadie dice alto y claro. Me refiero a Deckard_sg, para más señas. Esta fue su intervención:

Como «autor» (añadidle más comillas) tampoco me parece tan boyante como a otros la situación. Si algún día intentara publicar tal vez lo conseguiría, sí. ¿Pero qué significa publicar? Hay muchas obras, mucho «ruido de fondo», lo cual impide que llegue al lector medio. Se ha creado un círculo de amigos que recomiendan a amigos para que luego recomienden lo tuyo. En esa tesitura un libro publicado por un autor español ya no significa, como antes, una calidad mínima bastante alta. Se han perdido cabeceras señeras en las que salir era motivo de orgullo, directamente sales en una editorial. Y yo, la verdad, no creo que sea tan bueno como muchos otros optimistas. Tengo un libro, sí, pero un libro que nadie lee y que seguramente en manos de un editor entregado podría haber quedado mucho más redondo.

Por otro lado hay que tener en cuenta el fenómeno «quiero publicar pero ni siquiera me importa lo que publican otros». Juan Ángel Laguna Edroso, uno de los editores de Calabazas en el trastero, ya ha dicho que si toda la gente que manda relatos a la revista se la comprara, ganaría mucho mucho dinero. Hablando en la Hispacon con Pilar Barba, la editora de NGC Ficción!, me comentaba que estaba saturada de originales recibidos, pero que las ventas no iban nada bien.

Deckard_sg tiró con bala y dejó claro lo que todos sabemos: que el panorama actual, seamos francos, no es para tirar cohetes. Sí, es cierto: ahora no es demasiado difícil publicar una novela de género. Pero siguen siendo minoría en relación a los títulos de autores extranjeros, y en las editoriales de importancia, son una rareza.

¿Exagero? No creo. Echen si no un vistazo a las listas de más vendidos de Cyberdark (la librería más señera, hoy por hoy, dedicada al fantástico). No ha habido desde 2005 apenas títulos con apellidos españoles en esa lista, a excepción de El Sueño de los dioses este año, y en años anteriores, Nicho de Reyes (2005). En cuanto al asunto de su calidad, solo he leído el segundo; bueno, miento: digamos que hice el intento.1

Así que sí, es probable que un novel pueda publicar su novela. Pero ¿en qué condiciones? Estamos hablando de editoriales pequeñas, con tiradas que oscilan entre 1000 a 1500 ejemplares, de los que rara vez se venden poco más de la mitad, y con suerte.

Al cabo, es normal: esas editoriales no tienen acceso a los canales de distribución y publicidad de los que sí disponen las grandes. Y veo un problema, más que preocupante, a mi juicio, para la difusión de una obra en papel que no disponga de tales medios para promocionarse: por lo general, la demanda de los lectores no será la suficiente como para que estos editores se animen con una segunda edición. Mal distribuidas, estas obras pueden ser de difícil acceso para el lector interesado en ellas. Hacerse con una obra editada diez años atrás puede ser una tarea ardua, si no imposible.

¿Qué solución hay? Lo diré una vez más: la publicación electrónica y, para los irreductibles del papel, la impresión bajo demanda.

Y para terminar, el debate llegó a terrenos resbaladizos cuando, de nuevo, Deckard habló de otro de mis temas preferidos; las comanditas del fantástico:

Eso sí, fuera caretas, el nivel más bajo de las obras escritas en español es mucho más bajo que el de la peor traducción en inglés. Mala puntuación, pésimo léxico, nula originalidad y una falta alarmante de oficio. Está muy bien ser un escritor amateur (yo lo soy y como mucho en fantástico en España hay cuatro o cinco profesionales dedicados a la literatura juvenil), pero hay que ser consciente que no toda «magnífica» novela publicada por «buenos amigos» nuestros es tan magnífica, y que a lo mejor si algún incauto se lee ese libro en lugar de las verdaderas obras maestras del género escritas en castellano capaces de mirar a las mejores extranjeras a la cara (que existen, pero son muy muy escasas) a lo mejor sale con una visión bastante catastrófica y sesgada de lo escrito originalmente en español. Ese «bendito problema» no es tan bendito. Y te lo digo como aficionado, porque hay libros que sí me gustaría que fueran reconocidos, pero cuando leo otros se me cae el alma a los pies. Pero nadie los apunta con el dedo y dice «eso es malo».

Porque eso es justo lo otro que se está hablando. Ni un solo autor que conozco de «tour promocional» critica a otra obra de un colega. Normalmente, claro, porque teme que a él le hagan lo mismo en represalia. Siendo como son los autores españoles los que más leen de sus colegas (en concreto, sólo de sus colegas si es que lo leen siquiera) dan una falsa impresión de momento maravilloso en la literatura de género en el que no salen más que obras que perdurarán en el tiempo de lo buenas que son. Y luego el Alberto Magno se queda desierto. Igual que puede haber un sesgo en contra de lo español, existe una enorme falta de autocrítica desde dentro que es muy muy dañina. Y que hay que reconocer también.

No tengo mucho más que añadir a esto. Es inevitable y humano que ocurran cosas así. Uno no puede dejar de observar las críticas en otros blogs y webs, a tenor de las cuales, los autores nóveles del fantástico publican obras tan sublimes que solo se justifica que el panorama literario español desoiga sus voces sino por la envidia y una maldad terrible.

Mesura, señores, por favor. Hay que decir las cosas con educación, pero decirlas. Y si una obra no nos parece buena, hay que señalar sus defectos. Ya saben, eso de que lo cortés no quita lo valiente.

Porque el lector no es tonto, y se le puede engañar una vez, pero no dos. Estos conciliábulos de autores, que amparan a los de su cuerda y ningunean al resto (en realidad, tampoco se leen entre ellos, estoy seguro), no hacen sino vender humo, la apariencia engañosa del éxito, con sus reseñas cuajadas de elogios, sus presentaciones al calor de la familia y unos pocos padrinos, y su hype de escaso alcance en los mentideros de turno: humo y poco más.

Basta aplicar el sentido común: si estos autores no hacen sino reunirse en tertulias, presentaciones y saraos es porque no tienen muchos lectores. A los autores no les gusta reunirse entre ellos. Les gusta reunirse con sus lectores; gente que le compra sus libros, se los lee, y encima los adula. Tiene sentido, ¿verdad?

Ojo: en el fondo, todo esto me parece gracioso. Hasta entrañable. Esas comunidades de escritores (yo formé parte de alguna, por cierto) no tienen, en sí, nada de malo. Lo malo es cuando la hipocresía (más allá de la contención obligada por el saber estar y la educación) es la norma, y la sinceridad, la excepción.

  1. No obstante, leí lo suficiente para afirmar que Nicho de Reyes es, a mi juicio, una de las novelas de fantasía más sobrevaloradas y peor editadas desde hace mucho tiempo. Mal escrita, peor estructurada, cuajada de erratas y solecismos. Signo, en fin, de la inmadurez editorial del género. []